22 jun 2012

13º Capitulo


SONEILLON

Sentía como la sangre me hervía de odio, como mi corazón era engullido por el desprecio, odiaba a Nimue, pero más me odiaba a mí misma, por la impotencia de que aun siendo supuestamente la bruja más poderosa no podía hacer nada por mi madre, las lagrimas caían descontroladamente, sentí los brazos de Ángel a mi alrededor pero en vez de reconfortarme, mi ira se aumentaba, era mi guardián pero no hacía nada para que no pasara por este dolor tan horrible. De repente sentí como si me destrozaran el cuello, escuche un grito desgarrador que salía de mi garganta, de repente mi corazón se paro, y me di cuenta que mi madre había muerto, pero que antes de morir había sufrido hasta enfermar mi propia alma, no puede aguantar más el dolor, la ira, el odio, el asco, todo este torbellino de sentimientos que se me estaban metiendo bajo la piel, y me fui desvaneciendo, como si cayera en un mar negro de sufrimientos, hasta que deje de ser yo misma, quería irme con mi madre, ya no me importaba nada ni nadie, solo mi propia muerte podría darme la libertad, la serenidad, pero la sed de venganza no me dejaba escapar hacia la felicidad, y me hundí en un mundo de inconsciencia.
No sé cuánto tiempo pase sin sentido, pero si sabía que un gran cambio había sufrido mi corazón, abrí los ojos lentamente, tenía la mirada nublada y no podía vislumbrar bien mi alrededor, cuando por fin conseguí ver en condiciones me di cuenta que no reconocía la habitación donde me encontraba, no había ventanas ni muebles solamente la cama donde estaba tumbada, las paredes eran blancas, menos una que era un gran espejo, parecía la habitación de un hospital, aunque no tenía la típica maquinaria que suelen haber.
Me di cuenta que a mi lado estaban dos personas, Ángel y Asha, me miraban con miedo pero a la vez con preocupación.

-          ¿Qué pasa? - Tenía la boca pastosa y con un ligero sabor a hierro - ¿Por qué narices me miráis así?- Había sonado desagradable, pero por algún motivo no sentía mucha simpatía en ese momento por ellos.
-          Dios mío…- dijo Asha con gesto de horror.
-          Joder que pasa, acaso me salió una verruga o algo así. – en ese momento caí en que mi voz sonaba diferente, con un tono de dureza y amargura.
-          Lo siento Nhoa, pero sabía que esto iba a pasar, ya no hay vuelta atrás, te hemos perdido.- Asha se echo las manos a la cara como si fuera a llorar.
-          Déjalo Asha no me vengas con tonterías, y a ti Ángel que te pasa ¿Por qué me miras así y no me dices nada?
-          Mírate en el espejo.- Y Ángel se dio la vuelta y se marcho.

Me levante, mis piernas temblaban, temí no sujetarme en pie, fui despacio hasta el espejo, mire hacia él pero no me vi, el espejo me devolvía una imagen que no era mía, era una mujer con el pelo rojo era como si estuviera en llamas y lo tenía muy rizado y encrespado, parecía la melena de un león, sus ojos brillaban con un brillo demoniaco, no tenia iris o eso parecía, porque sus ojos eran completamente negros rodeados de una delgada línea roja, más abajo en su boca, se le veían unos grandes colmillos, blanco y brillantes, me di cuenta que de su cuello colgaba un rubí en forma de lagrima, espera ¿un rubí?, era exactamente igual que mi esmeralda, la mujer del espejo me miraba con una mirada de incredulidad, mi mirada, mi cara, mis facciones, no podía ser que esa mujer fuera yo, ¿qué demonios me había pasado?

-          Asha, necesito que me digas, que me expliques claramente que ha pasado, ¿qué narices me habéis echo? - y rugí, rugí como un animal, como una bestia.

Asha se echo a temblar y salió corriendo por la puerta cerrándola tras ella, se creía que se podía marchar de rositas y no decirme la verdad, no lo iba a permitir, sentí como me hervía la sangre, y desee echar la puerta abajo, de repente una fuerza descomunal salió de mi cuerpo como si fuera una ráfaga de viento, la puerta salió disparada a la pared que tenía enfrente haciéndola un gran boquete, la puerta se incrusto en la pared como si hubiera estado ahí siempre, Salí al pasillo y vi a Asha casi al lado de la puerta con la boca abierta, me miro con terror y echo a correr como alma que lleva el diablo. Sin tan siquiera darme cuenta, con una velocidad que nunca pensé en tener, la alcance y la agarre del cuello de la camisa levantándola un metro del suelo, con una sola mano. Algo había cambiado en mí y me disponía averiguarlo.

-          Te ordeno que me digas todo lo que ha pasado.- la dije apenas en un susurro, pero que sonó mas amenazante que si se lo hubiera dicho a gritos.
-          Nhoa por favor suéltame te lo contare todo, pero suéltame.
-          No te equivoques Asha, no te pienso soltar hasta que me digas porque tengo este aspecto, y espero que me guste tu respuesta porque lo puedes pasar muy mal.
-          Vale, vale,- se echo a llorar – Te has convertido, el odio que alberga tu alma te ha hecho sucumbir al lado oscuro.
-          ¿Qué me he convertido en qué?
-          En un demonio, en un soneillon.
-          Yo no me he podido convertir en eso, porque me iba a convertir, ¡¡Porque!! – grite.
-          Por la muerte de tu madre.

Empecé a recordar lo que me había pasado antes de desmayarme, y todo lo que había sentido en ese momento y mi corazón se lleno de terror, habían matado a mi madre de la manera más cruel y me iba a vengar. Lance a Asha contra una pared que estaba como a dos metros de mí y la deje inconsciente.
Me dispuse a marcharme cuando sentí a alguien detrás de mí, me di la vuelta y ahí estaba el, tenía una gran espada en la mano, y me miraba con un dolor muy profundo en sus ojos, parecía un ángel vengador.

-          No voy a permitir que te vayas.
-          ¿Tú me lo vas a impedir amorcito?, me quieres demasiado para hacerme daño, es que no me hagas perder el tiempo.
-          No te equivoque, yo amaba a Nhoa, pero tú no eres ella, tu eres un ser horrible, y no te voy a dejar que termines de destruirte.
-          Ya es tarde, déjame tranquila, no quiero hacerte daño, no a ti.

            Y desaparecí frente a sus ojos sin que ni siquiera se diera cuenta, pero dejándole una pequeña esperanza para mi salvación, si no quería hacerle daño, era porque algo de mi amor hacia el quedaba en mi interior, no se rendiría hasta conseguir que volviera a ser la de siempre, la mujer que amaba con todo su ser.