Asha
Asha
se sentía culpable, no podía soportar la mirada acusatoria de Aradia, ella y la
diosa eran las únicas que sabían la verdad de todo, y el que su deidad se lo
recordara hizo que sus remordimientos los que había ocultado hacía tiempo
volvieran a renacer como si nunca se hubieran ido.
Ella
era la que le había dicho a Nimue donde encontrar a Bellia, ella había
entregado a la madre de Nhoa, por miedo y por envidia le había dado la vida de
su mejor amiga a la reina de los demonios.
Si
Bellia no hubiera desaparecido ella nunca habría llegado a ser la suma
sacerdotisa, y sin pensarlo miro por su propio egoísmo aunque con ello
destrozara la vida de un ser inocente.
Bellia
había conseguido todo lo que ella siempre había deseado, el poder, la belleza,
y a su amado, Leo, el padre de Nhoa, ella le había amado desde pequeña, era su
compañero de juegos, su amor oculto, pero cuando se convirtió en bruja, se enteró
que él era el guardián de Bellia, y su amante. Y aunque todos le creían muerto
solo estaba desaparecido y ella sabía dónde estaba oculto, todavía con vida
pero lejos de estar consciente.
Cuando
la culpabilidad no la dejo dormir, hizo lo que creyó mejor para su paz mental,
abandono a su propia hija en el mismo orfanato donde Bellia dejo a la suya, su
hija tendría que ser la aliada y mejor amiga de Nhoa en el internado, no sin
antes bloqueándole los poderes para que a los dieciocho años no se convirtiera
en bruja.
Sabía
que al llevar sangre mágica se crearía un vínculo irrompible entre su hija y la
hija de la amiga a la que había traicionado, creía que era suficiente castigo
el verse despojada de su propia sangre.
Cuando
vio a Lena sabía que era ella, su adorada niña, su princesa, y se enfureció al
saber que terminaría por descubrir toda la verdad, y también sabía que nunca la
perdonaría.
Maldijo
a Nhoa por no respetar las reglas, porque diablos la tenía que llevar ahí,
porque la tuvo que revelar algo tan grande, la pena es que Nimue no había
acabado con ella.
De
repente se dio cuenta que un sentimiento profundo y oscuro crecía en su
interior, el odio, odiaba a la bastarda de Nhoa, la odiaba tan profundamente
que ese odio empezó a corroer su alma, sabía lo que tenía que hacer, sabía cuál
iba a ser su fin.
Iba
a destruir a esa maldita, ella tenía que haber sido la elegida de la diosa, la
bruja más poderosa, si ella no hubiera aparecido, su puesto de sacerdotisa no
estaría tambaleándose, y sobre todo no habría vuelto a ver a su hija.
Iban
a conocer quien se ocultaba debajo de la afable Asha y solo una persona podría
ayudarla a vengarse de Bellia y de su hija. Nimue.
Se
marchó sin nada más que lo que llevaba puesto, se alejó de todo lo que había
sido toda su vida, se alejó de sus hermanas, de todo lo que había conocido y
amado. Su venganza merecía la pena aquel sacrificio.
Cuando
llego al infierno Nimue la estaba esperando, esa vampira endemonia sabía de
antemano que ella se uniría al mal.
-
Hola querida Asha por fin vienes a tu
verdadero hogar.
-
Quiero venganza, quiero matar a Nhoa
-
Tiempo al tiempo querida amiga, pronto
llegara su final.
Los
ojos de Asha empezaron a brillar de un rojo oscuro, una oscura maldad se enredó
alrededor de su corazón, el odio la había llevado al límite, a la destrucción
de la bruja, se estaba convirtiendo en un Soneillon, en un demonio más.
Sabia
como hacerle daño a Nhoa, un maléfico plan fue formándose en su cabeza, sabía a
quién iba a utilizar para ello, pero antes tendría que despertarlo de su eterno
sueño.
-
Necesito tu ayuda Nimue, se cómo
conseguir acercarme a esa mocosa sin que sospechen.
-
¿Cómo?
-
Reuniéndola con su desaparecido padre
-
Por lo que se está muerto - la miro
Nimue como si se hubiera vuelto loca. - De momento no se resucitar a los
muertos.
-
No hace falta resucitarlo solo
despertarlo y hacerlo nuestro esclavo.
-
No comprendo Asha...
-
Muy fácil, yo le induje a ese sueño y
haciéndole pasar por muerto.
-
¿Por qué harías algo así? Cuando paso
todo eso tú eras supuestamente una brujita buena.
-
Porque lo amaba, y me enfermaba que
fuera tan feliz con el embarazo de Bellia cuando yo también estaba esperando un
hijo suyo.
La cara
de Nimue en ese momento era todo un poema. Parecía que la insípida de Asha la
iba a dar la oportunidad de destruir a sus más odiadas enemigas, lo que no
imaginaba Asha es que mientras ella le contaba su historia y su plan, otro plan
iba formándose en la cabeza de la reina de los vampiros. Destruiría a todo el
aquelarre con la ayuda de Asha sin que esta supiera que estaba destinada a
acabar como sus antiguas hermanas. Muerta.
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