2 sept 2012

17º Capitulo


Aparición Celestial

En ese momento comprendí que algo muy dentro de mi había cambiado, me negaba a asimilar todo lo que me había contado Abaddon, pero indudablemente era todo verdad, Aradia me lo había mostrado con sus recuerdos, y aunque Abaddon no había sido siempre un demonio, si había caído en la ambición y se convirtió en uno, yo, una simple muchacha, que hace poco tiempo había salido de un orfanato creyendo que no era nadie, en realidad era una poderosa bruja descendiente de una diosa y de un demonio, una cruda realidad que me quería arrastrar a la locura.

-          Por favor Abaddon déjame irme, necesito irme.- le implore con lagrimas en los ojos.
-        ¿Qué te pasa muchacha? Si es por el beso lo siento, no tenía intención pero te pareces tanto a mi amada Aradia.
-          ¿¿¿¿Tu amada???? – grite angustiada – ¡¡¡Si la hubieras amado no la habrías matado!!!
-          Ya te lo conté, entiéndeme princesa, ella me traiciono y me cegué de odio.
-          Nunca me vuelvas a llamar princesa, yo no soy tu princesa.- medio le gruñí estas palabras – ella no te traiciono, ella te salvo.
-         ¿Qué ella qué? Creía que eras mas lista pero creo que no comprendiste mis palabras.
-        Las comprendí muy bien, ella se caso con otro para protegerte de su padre, ella te amo tanto que se sacrifico por ti – mi furia aumento encendiendo la luz de mi esmeralda- ¿¿¿y tú que hiciste??? ¡¡¡Matarla y alejar a tu propia hija de su madre!!!¡¡¡La dejaste huérfana!!!
-       ¿A mí qué? –dijo Abaddon con cara de terror, nunca pensé que un demonio tuviera sentimientos, pero la angustia y la culpa se asentó en sus ojos.
-         ¡¡¡A tu hija!!!

Grite, y con la misma furia que lo hice un poder sobrenatural salió de mi y se acumulo alrededor del cuerpo del rey demonio, ardió en un fuego verde, la agonía se reflejaba en su mirada, me miro suplicante de perdón. Aterrorizada me di cuenta de lo que estaba haciendo y volví a retraer  el poder hacia mí, Abaddon cayó al suelo casi calcinado.

-          Lo siento, no sé lo que me paso – le dije acercándome a él – Perdóname no pude remediarlo, la furia se impuso sobre mí, menos mal que todavía estas vivo.
-          No te preocupes muchacha – dijo con voz ronca y arrastrando las palabras – Aunque quisieras no puedes matarme, solo dejarme imposibilitado durante un tiempo.
-          Igualmente perdóname.
-      ¿Qué te perdone? Yo soy el que tiene que pedir perdón, el que arrebato vidas inocentes por celos y odio, yo fui el que arrebato la felicidad de una madre en criar a su hija, mi amada Aradia, perdóname.- Me sorprendió ver lagrimas de sangre caer por su rostro.

Una luz dorada y hermosa ilumino la habitación dejándonos ciegos por segundos, una hermosa mujer, de pelo rojo y brillo dorado estaba de pie ante nosotros, era hermosa mas allá de lo descriptible, su bello rostro parecía porcelana esmaltada, y sus grandes ojos eran como dos brillantes esmeraldas, una paz se desprendía de ella dejando a mi alma llena de luz y amor. No había duda, estábamos ante la presencia de Aradia.

-          Hola Abaddon, siempre estuve esperando tu arrepentimiento por mi muerte.
-          Aradia, amor mío –dijo Abaddon con voz quebrada.
-         Ya no soy tu amor, tu corazón está muy negro para sentir ese sentimiento tan puro. – Tenia una voz tan melodiosa que parecía tocada por miles de arpas angelicales.
-          Lo siento, perdóname, no supe lo que habías hecho, no supe lo de nuestra hija.
-    No quisiste verlo Abaddon, te negaste a creer en mi amor, siempre con tu complejo de inferioridad hacia mi te causo ceguera en el alma.
-          Tienes razón, pero todavía hay tiempo para redimirme, volver a ser humano.- suplico
-         Lo siento pero tienes demasiado hipotecada tu alma con el mal, no volverás a ser humano pero en tu mano queda en ayudar a nuestra descendiente, a lo que queda de nuestra sangre. – Yo seguía la conversación completamente atontada por la situación.
-          Dime que tengo que hacer, y lo hare. – Dijo el rey poniéndose de pie con las pocas fuerzas que le quedaban.
-      Ahora preocúpate de curar tus heridas, ya llegara el momento que se necesitara tu ayuda, y sobre todo que Nimue no se entere – Abaddon puso su mano en el corazón y lo juro.

Aradia se giro y me miro, me observo atentamente, con una gran sonrisa en sus labios, y levanto la mano y me acaricio, su caricia provoco un escalofrió de emoción por mi piel.

-       Hija mía, se que has sufrido mucho, pero es hora de que aprendas a controlar tu poder y a usarlo en el momento que tú quieras y no dejarte llevar por tus sentimientos, tienes que volver y dedicarte  a saber cómo ser una bruja de valía, te necesitare en la batalla final.
-     Pero no sé cómo seguir adelante – le dije temblando – no sé cómo olvidarme de todo lo sucedido y seguir con mi vida.
-   No tienes que olvidarte, solo pasar tu duelo y echarle voluntad a la vida, tu madre está muy orgullosa de ti, vimos como venciste al soneillon de tu interior.
-      ¿Mi madre? ¿Has visto a mi madre?
-     Si querida ella está conmigo, a mi lado, en el valle de las almas, esperando a que cumplas tu destino para pasar al otro lado.
-       Quisiera tanto verla…- dije mientras las lagrimas caían por mi rostro.
-   No te preocupes volverás a verla y no olvides que tanto ella como yo estamos protegiéndote desde mi mundo. Recuerda que gran parte de mi alma esta en ti. – Puso su mano en mi corazón – Sigue ciegamente a este, a veces es un poco caprichoso pero normalmente lleva la razón.
-       Gracias Aradia por darme esperanza.
-       Cariño yo no soy la que te da esperanza, es el amor que tienes aquí dentro el que te hace tenerla. Por cierto hablando de amor, hay alguien por los pasillos, luchando a diestro y siniestro para encontrarte, apóyate en él, es tu tabla de salvación.- Y desapareció dejándome sin respiración.
-       ¿Alguien? ¡Ángel! Me olvide que le había pedido ayuda.
-   Corre muchacha y huye con él, yo distraeré a mis súbditos. – Me empujo Abaddon hacia la puerta.
-      Gracias
-      No, gracias a ti por darme un poco de tu luz en mi vida, no conocí a mi hija, pero estaré orgulloso de llamártelo a ti. Corre por Ángel te necesita.

Y corrí para encontrarme con el único que podía llenar los momentos más lúgubres de mi vida con amor y alegría.

16ºCapitulo


Corazón traicionero

            Fue hace muchos, muchos siglos, antes de que las brujas moraran el mundo, antes incluso de que la magia fuera conocida como tal.
            Vivía en un mundo lleno de paz, un mundo paralelo a este, la belleza de nuestro mundo era inigualable, tanto mortales como dioses convivíamos en armonía en este mundo.
            Yo era un muchacho lleno de vida, con ansias de conquistar el corazón de una bella princesa, mi amada Aradia. Habíamos sido compañeros de juegos durante nuestra infancia, y muy amigos a pesar de que ella era de la realeza y yo simplemente el hijo del guardia personal de la reina, la reina era sencillamente un desecho de bondad, incluso me trataba como a un hijo, por eso nunca puso impedimento de que fuera amigo de su hija.
            Aradia y yo éramos de la misma edad, crecimos y estudiamos juntos, hasta que prácticamente no convertimos en casi adultos. Mi amistad por ella fue convirtiéndose en un amor muy profundo, un amor callado porque pensaba que no sería digno de ella.
            Una tarde de primavera nos pusimos a recoger melocotones, cerca del castillo, eran unos melocotones grandes y rojos, Aradia se le antojo algunos para llevarle a su padre. Ella era un poco testaruda y se empeño en subirse al melocotonero para recoger la fruta ella misma, yo que no podía negarle nada se lo permití, mientras ella me tiraba melocotones su pie resbalo y Aradia cayo, con la suerte de que yo estaba justo debajo de ella y pude cogerla en brazos, aunque con la fuerza del impacto caí, quedándose Aradia justo tumbada encima de mí.
            Tal acercamiento nunca había pasado entre nosotros y no pude evitar el besarle los labios, sorprendentemente ella me respondió, le declare mi amor y ella me confirmo el suyo. Desde esa tarde en vez de salir a pasear nos escondíamos por el bosque aledaño al castillo para poder estar uno en brazos del otro. Una de esas tardes nos adentramos más profundamente en el bosque y fuimos a dar con una cabaña de caza propiedad del rey, como empezó a llover nos metimos en ella.
            Cuando vimos el interior no quedamos patidifusos, eso no era una cabaña era un nido de amor tan esplendido que no nos pudimos resistir. Dentro de la cabaña había una gran cama con dosel blanco, junto a la cama una mesa llena de manjares dispuestos para comer, y en el techo había una gran vidriera de colores de donde entraba la luz del sol y hacia que el cuarto se llenara de arcoíris.
            Nos dejamos llevar por el ambiente y acabamos consumando nuestro amor, aunque los dos éramos principiantes en este campo, no tuvimos ningún problema en amarnos, y sin darnos cuenta quedamos dormidos uno en brazos del otro.
            No sé cuantas horas pasaron, pero cuando nos despertamos por el sonido de unas risas, la luna alumbraba la estancia, de repente la puerta se abrió dando paso al rey y a la reina, y junto a ellos mi padre. Una expresión de horror se dibujo en la cara de los tres, yo me vestí rápidamente mientras Aradia lloraba sin consuelo.
            El rey furioso me saco a la fuerza y enfrente de mi padre me pego una paliza que me dejo sin sentido.
No sé qué paso después, pero cuando desperté estaba encerrado en un mugroso calabozo, mi padre estaba a mis pies mirándome con decepción, me dijo que había deshonrado mi familia, que nunca debí a ver puesto mis ojos en la princesa y que diera gracias que a pesar de todo el rey me dejara con vida, que trabajaría en los establos y que nunca más volviera acercarme a ella o seria decapitado por su propia mano.
Creo que paso unos cinco meses, aun no estoy seguro, cinco meses encerrado y con deseos de ver a mi amada, hasta que por fin me liberaron, me llevaron a los baños para que me lavara y me vistiera con nuevas ropas y después me llevaron a los establos.
Trabaje día y noche sin descanso sin perder la esperanza de cruzarme con Aradia, durante un mes intente buscarla por cada rincón del castillo pero sin éxito, casi había perdido la esperanza cuando un buen día se acerco una gran carroza negra hasta el castillo, por curiosidad me asome para ver quien venía en ella, un hombre enorme vestido de negro bajo de la carroza, tenía un aura de misterio que le rodeaba, cuando bajo alzo su mano para ayudar a una mujer ha bajar también. Cuando esa mujer asomo la cabeza deje de respirar, esa cabellera roja como la sangre solo podía ser de una persona, Aradia.
Le sonreía al hombre de negro con gran ternura, cuando termino de bajar vi que su vientre estaba muy abultado, estaba embarazada y creí que tenía que ser mío. Sin poder reprimirme me acerque corriendo a ella, cuando quise abrazarla me aparto con cara de horror. Cuando la pregunte qué pasaba el hombre que estaba a su lado se interpuso entre nosotros y me dijo que dejara en paz a su mujer.
El mundo cayo a mis pies y sentí como mi corazón se rompía en mil pedazos, ella estaba casada con otro hombre, ella había traicionado mi amor, y me sentí ridículo al haber pensado que el hijo que llevaba en su vientre era mío, sin poder sopórtalo más hui de allí sin mirar atrás.
Estuve vagando sin destino, mi mente estaba nublada de ira por la traición de la mujer que mas amaba, estaba herido de muerte y Aradia había sido la mano ejecutora. No se cuanto tiempo pase así, pero perdí el conocimiento, no había comido ni bebido nada durante días. Cuando desperté estaba tumbado cerca de un fuego, al otro lado de este había un hombre sentado observándome. Sus ojos eran del color de la sangre y al mirarle me tembló hasta el alma. Me había recogido y salvado de una muerte segura, por lo que me conto después me encontró rodeado de buitres esperando mi final.
Después de unos días en su compañía logre entablar una especie de amistad con este personaje. Me conto que su nombre era Caleb, era un sacerdote de magia negra, yo no sabía que era pero no tarde en comprender lo que significaba y en aprender cómo se usaba gracias a la enseñanzas de Caleb.
También me conto que mi mundo no era el único que existía, que había uno paralelo a este que se llamaba Tierra, allí había tres sitios para vivir, el cielo donde solo los dioses y ángeles lo habitaban, la tierra donde los mortales se mataban entre sí, y el infierno donde habitaban los demonios, seres de gran poder. Él venia de allí buscando un aprendiz que le ayudara  derrotar al rey actual de los demonios, Caleb quería el trono y necesitaba mi ayuda. Le respondí que iría con él pero con la condición de que me ayudara a vengarme de Aradia.
Me introduje en el castillo con ayuda de la magia, cuando llegue a la habitación de Aradia la vi tumbada en la cama, con un precioso bebe entre sus brazos, acababa de ser madre, aunque estuve a punto de marcharme mi odio fue más fuerte, y cuando estaba a punto de asfixiar a mi princesa con la almohada una fuerza invisible me golpeo contra la pared.
Su marido y yo luchamos encarecidamente, pero me venció y antes de que me matara hui de allí, pero no me aleje mucho para poder vigilarlos, Aradia con su bebe y su marido salieron de madrugada y desparecían por una puerta de luz creada por él.
Corrí sin descanso hasta donde me esperaba Caleb y le conté todo detalladamente, me dijo que habían huido a la Tierra y que si queríamos encontrarles teníamos que irnos inmediatamente. Caleb hizo también una puerta de luz y nos metimos en ella.
Los buscamos durante meses, hasta que por fin los encontramos en una casa solariega en medio del campo, durante unos días los vigilamos para saber el momento preciso de matarlos. Cuando llego el día Caleb me dio una daga y me dijo que tuviera cuidado porque el marido de Aradia era un dios. Yo que estaba ciego de ira me introduje en la casa mientras dormían y apuñale al marido primero, cuando saque la daga de él estallo en una luz dorada. El estallido despertó a Aradia y empezó a gritar para acallarla la apuñale en el corazón. Cuando me di cuenta de lo que había hecho la abrace y llore amargamente hasta que soltó su último aliento. Una luz dorada cubrió su cuerpo y extrajo de ella su espíritu, su alma me miro con pena y después estallo igual que había hecho su marido. Busque a la hija de Aradia por toda la casa pero al no encontrarla me rendí y me marche con el remordimiento de haber dejado a esa niña huérfana.
Cuando llegue donde me esperaba Caleb le conté lo sucedido y me dijo que al haber matado a Aradia con el mismo puñal que al dios, había mezclado su sangre y la había convertido en una diosa también.
Lleno de amargura cumplí el trato con mi maestro y le ayude a destronar al rey de los demonios, pero al poco tiempo mi ambición hizo que matara a Caleb y me apoderara del trono convirtiéndome en rey y en demonio.
Investigando averigüe que Aradia como diosa había creado un aquelarre de brujas y ella era su diosa, ese aquelarre creció hasta convertirse en lo que es ahora. Su hija había sido la primera de esas brujas, uno de los miembros del aquelarre profetizo que Aradia descendería del cielo, se reencarnaría en seis brujas, siendo la ultima la más poderosa y la que mas esencia de Aradia llevaría en su alma.

-          Y tu querida eres la sexta.

De la misma sorpresa no me di cuenta en que Abaddon se acercaba a mí, cogió con suavidad la cara, mirándome y atrapándome en su mirada, me besos con ternura, y varias imágenes pasaron por mi cabeza, me vi abrazada con él en la cabaña del bosque, sintiendo sus caricias y sus besos, sentí un amor profundo en mi pecho, y después la angustia de la separación de nuestras almas, vi también como el rey me amenazaba con su muerte si no me casaba con otro, la angustia y el dolor de ver cómo me miraba con odio cuando se entero de que estaba casada, pero también sentí la plenitud de nuestro amor en el momento que tenia a nuestra hija en brazos, el fruto de nuestro amor.
Cuando Abaddon dejo de besarme deje de sentir todo eso como mío, supe inmediatamente que su historia era cierta y que la conciencia y recuerdos de Aradia estaban en mí, pero lo peor es que me di cuenta que yo era descendiente del rey de los demonios, y pensé que clase de monstruo era yo.

15º Capitulo


Visita inesperada

            Me concentre con más énfasis y pensé en Ángel, desee poder tocarlo y sentirlo, y mi espíritu empezó a separarse de mi cuerpo y subió y subió hasta llegar al cielo estrellado, volé a través de él hasta llegar a mi casa, mi alma era la que me guiaba hacia el encuentro de mi amado, traspase las paredes de mi piso hasta encontrarme en mi habitación, ahí estaba el, sentado en mi cama, con una foto mía en sus manos y llorando silenciosamente. Sentí como se echaba la culpa por no haber podido protegerme de mi misma.

-          No llores Ángel, verte así me rompe el corazón.- al sentir mi voz dio un respingón y se levanto de un salto de la cama y me miro con asombro y con tristeza.
-          ¿Nhoa?, dios mío estas aquí has vuelto a cambiar – intento tocar mi mejilla pero su mano traspaso mi cara - ¿Estas muerta? ¡Oh dios…..!
-          No te asustes, no estoy muerta, este es mi cuerpo astral, no tengo mucho tiempo mi amor, vengo a pedir tu ayuda y tu perdón.
-          ¿Dónde te encuentras? Cruzare infiernos si hace falta para ayudarte.
-          Justo eso necesito. – sentí una fuerza tirando de mi nuevamente a mi cuerpo- estoy en el infierno.
-          ¿En el infierno? ¿Cómo llego hasta allí?

Y justo cuando fui a contarle un tirón mas fuerte arrastro mi espíritu a mi cuerpo, sin poder terminar de contarle a Ángel como encontrarme, aunque tenía la esperanza que llegara a mí.
Mis ojos tardaron unos segundos en adaptarse otra vez a la oscuridad, necesitaba ver quién o qué me había arrastrado de regreso, al principio no conseguí enfocar la cara de la persona que tenía en frente. El contorno de la cara del rey de los demonios se fue dibujando ante mí, tenía una sonrisa picara en sus turgentes labios, y digo turgentes porque realmente los tenía como una fresa madura, gruesos, rosados y dispuestos a ser besados, moví la cabeza para sacar esos pensamientos de mi mente, pero algo realmente raro me atraía hacia Abaddon irremediablemente.
En el primer momento que le vi no me fije bien, ya que mi atención estaba puesta en Nimue, pero este hombre era realmente guapo y explosivo. Aunque en la oscuridad no podía ver en condiciones, lo poco que veía me hacía temblar de deseo,  sus ojos parecían negros aunque no podía asegurarlo, tenía una nariz recta y con fuerza, se podría decir que un poco larga pero no le restaba belleza a su rostro, una mandíbula fuerte y bien dibujaba enmarcaba esos bellos labios, y en su barbilla un pequeño hoyuelo asomaba, su pelo caía en ondas y hasta donde pude vislumbrar le alcanzaba mas allá de la cintura, ¡y qué cintura!, su musculoso cuerpo estaba formado por los brazos y pechos más impresionantes que hubiera visto, y lo digo porque en realidad lo veía, iba sin camisa. Un sudor frio recorría mi espalda, haciendo que pequeños escalofríos recorrieran mi cuerpo, estaba ardiendo por dentro, deseando estar entre los brazos de Abaddon, y lo más raro es que en mi interior una necesidad imperiosa de sus besos y caricias crecía sin ver el limite.
No podía creer lo que me estaba pasando, yo amaba a Ángel, porque estos deseos y sentimientos por alguien que ni siquiera conocía, y encima era el marido de la maldita chupasangre de Nimue, me tenía que estar volviendo loca, porque si no,  no era normal lo que me estaba pasando.

-          Hola querida, te tengo que pedir perdón por traerte así de vuelta pero no podía permitir que dieras a conocer tu paradero. – Solo el escuchar su voz hizo que mis piernas temblaran por una descarga de placer.
-          ¿Qué es lo que quieres? Venir a regodearte con el triunfo de tu mujer.
-          No mi niña, yo no haría eso, vengo a liberarte.

Con un movimiento de su mano hizo caer cada una de las cadenas que me tenían sujeta, y por la falta de equilibrio caí entre sus brazos, el me sujeto inmediatamente para que no cayera y me apretó fuertemente contra él, sus labios apenas estaban separados de los míos, como si estuviera a punto de besarme, y que deseos tenia de que lo hiciera, estaba por desmayarme en los brazos del rey demonio, no por agotamiento, si no de la emoción de estar entre sus brazos.

-          Suélteme, necesito que me suelte,- un poco de cordura hizo que dijera esas palabras, pero para ser sincera las dije con muy poco énfasis.
-          ¿Y dejarte caer? No, no lo creo, además se siente muy bien tu cuerpo pegado al mío.

No sé de donde saque las fuerzas pero le empuje para que me soltara, y lo logre pero con la mala fortuna que por la debilidad de mis piernas fui a dar con mi trasero en el suelo.

-          Que cabezota eres, deja que te ayude, vengo a ayudarte, confía en mí.
-          La confianza es un bien muy preciado, y nunca se lo daría al rey de los demonios, y más si este es el marido de mi peor enemiga.- Su risa trono por toda la celda, era como una melodía oscura pero no dejaba de ser bella.
-          Venga levanta.- Me tendió su mano- Tenemos que hablar, tengo muchas cosas que contarte.
-          No quiero ser maleducada – dije levantándome por mi misma – pero no creo que tenga nada que hablar con usted. Y mejor que se aparte de la salida, porque si vino ayudarme, la mejor ayuda es que me deje ir.
-          Y te voy a dejar irte pero no sin antes enseñarte algo.

Salió por la puerta y se quedo esperando a que lo siguiera, no me quedaba otra que tener la esperanza de que de verdad me ayudara, y le seguí, cuando salimos al pasillo me di cuenta un poco avergonzada de que iba completamente desnuda y volví a esconderme en la oscuridad de la celda.

-          ¿Y ahora qué pasa? Te lo pensaste mejor y decidiste quedarte como alimento de Nimue.
-          No, es que…..estoy desnuda.- sentí como un fuego me subía por el cuello hasta posarse en mis mejillas.
-          A mí no me importa, eres preciosa ante mis ojos.
-          ¡Pero a mí si me importa!
-          Bueno, bueno no te alteres Nhoa. – hizo algo con la mano, y una maravillosa tela roja como la sangre apareció en ellas.- Toma ponte esto.
-          Gracias.- Me lo puse y cuando volví a salir vi que era un precioso vestido de seda, tenía unos finos tirantes con pequeños rubís incrustados, un generoso escote enseñaba casi mis pechos, y el cuerpo del vestido era ajustado y con falda de tubo hasta las rodillas.
-          Estas divina, mi amor.
-          No soy tu amor. – me quede sin aliento al mirarle a los ojos, había creído que eran de color negro, pero en realidad eran verdes, verdes esmeralda como los míos, sus facciones me impresionaron incluso más ahora que los veía a la luz de las antorchas que iluminaban el pasillo.
-          Si me sigues mirando así Nhoa, lo voy a interpretar como una invitación.
-          Deja de burlarte de mí y llévame hasta donde lo que me quieres enseñar.- me forcé a quitar mis ojos de él.

Me llevo a través de los pasillos, parecía un laberinto, después de lo que me imaginaba que era casi media hora, nos paramos frente a una puerta dorada, al abrirla dio paso a una pequeña estancia donde solo se veía un gran cuadro que ocupaba toda la pared de enfrente, y este estaba iluminado con grandes velas rojas, en el cuadro estaban representados una pareja cogida de la mano sentada en medio de un gran campo verde y frondoso, la mujer era pelirroja pero de una gran belleza, y el hombre aunque me parecía conocido, era realmente guapo, en la mirada de los dos había reflejado un gran amor.

-          Si me has traído ha ver esto, te tengo que decir que no entiendo nada de arte.
-          Mira bien el cuadro y dime a quien reconoces de ahí, por favor.

Lo mire detenidamente y me di cuenta que el hombre de ese cuadro era Abaddon, más joven y con el pelo más corto pero era él.

-          Eres tú.
-          Si, ¿Y la mujer?
-          No se no la reconozco.- saco un espejo de no sé dónde y lo puso frente a mi
-          Mírate y después mira el cuadro.- Lo hice
-          Me parezco un poco a ella, pero yo no soy tan bella, yo no soy ella.
-          No claro que no eres tú, pero sois idéntica Nhoa, eres igual de bella que tu diosa.
-          ¿Mi diosa?
-          Si, Aradia.
-          ¿Tú y ella…..?
-          Déjame que te cuente la historia que hay detrás de este cuadro. Dé una traición que me rompió el corazón en mil pedazos. Del amor que le tenía a tu diosa. Te concierne bastante.
-          ¿Del amor? ¿Tú la amaste?
-          Si yo la ame, la ame tanto que por su traición caí en el infierno, literalmente. Fue hace muchos, muchos siglos….

14º Capitulo


En el infierno

            Aparecí ante ella, estaba sentada en su trono junto a un hombre de mirada demoníaca, tenia una cruel sonrisa en sus labios, pero cuando me vio aparecer ante ella se le trasformo en una mueca de asombro, no esperaba verme ahí, no de esa manera.

-          ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado?- Se levanto despacio con los puños cerrados a su costado.
-          ¿Es que no lo sabes? Vengo a matarte, a exterminarte. – Su risa resonó en todo el infierno.
-          No me hagas reír querida, una niñata como tu que juega a ser brujita no podría conmigo, aunque ahora que te miro detenidamente, ¿Qué te paso? Ya veo que eres un demonio muy mono, ¿te vas a unir a mis súbditos?
-          Ni en tus mejores pesadillas Nimue, la hora te ha llegado, es hora de que te vayas al infierno. ¡Oh! Espera ya estas en el.- De mi mano salia una gran bola de fuego que choco contra su pecho sentándola de golpe en el trono de nuevo.

Vi como el hombre que estaba a su lado se levantaba mientras me miraba con ojos risueños, se acerco a un metro de mi, y me dio un repaso con su mirada por todo mi cuerpo, me sentí desnuda, pero un pequeño cosquilleo recorrió mi columna vertebral, ese hombre podía darme el mayor placer de mi vida, pero también me destruiría con un solo soplido.

-          Con que tú eres la hija de Bellia, mira por donde no pensaba que fueras así,- Su voz era profunda y se me colaba hasta el fondo de mí ser.- Creo que me va a gustar tenerte por aquí.
-          Yo no me voy a quedar aquí, y por cierto ¿tu quien eres?
-          Su Abaddon, preciosa, el rey de los demonios. Si quieres podrías tener el mundo a tus pies si te unes a mí.
-          ¡Nunca! yo no soy como vosotros solo he venido a matar a tu querida reina, por eso hazme el favor de apartarte de en medio.
-          Ja, ja, ja, ja, ¿te has mirado últimamente en el espejo? Eres una de nosotros, para que negarlo, además yo no te voy a impedir que intentes matar a Nimue, pero si lo logras te ofreceré su trono para que reines junto a mi.
-          ¡¡¡¡¡Jamás!!!!! – Grito Nimue.- Esta bastarda no me quitara el trono.

No se en que momento se movió pero de repente estaba detrás de mi dándome un gran golpe en la cabeza con algún objeto, que no tengo ni idea de donde lo saco, me dio tan fuerte que se me nublo los ojos, me maree tanto que creí que me iba a desmayar, y no me equivoque tanto porque me desmaye, pero no del golpe de la cabeza si no porque con solo una mano me dio un empujón que me empotro contra una pared perdiendo así la conciencia.
Creo que pasaron varias horas antes de despertarme, al principio me sentí desorientada no sabia donde me encontraba, estaba de pie sujeta por las manos con unas cadenas, intente soltarme pero era imposible, mis pies también estaban atados y me encontraba completamente desnuda. Por lo poco que pude ver estaba en un lugar oscuro y cerrado, enfrente de mi había una puerta con una pequeña ventana con rejas pero a través de ella seguía viendo oscuridad, reconocí ese lugar, y la desesperación se apodero de mi, estaba en la misma celda donde mi madre estuvo encerrada, se podía oler la mugre y también se olía a hierro, pero me di cuenta que ese olor no era por el metal si no que era de sangre, allí mismo habían matado a mi madre, y posiblemente yo acabaría igual.
Pasaron horas y horas, a veces me adormitaba, pero extraños ruidos me despertaban enseguida, tanto los brazos como las piernas las tenia entumecidas, me estaba volviendo loca con esta situación, pero lo que mas me enloquecía era la incertidumbre de no saber mi destino.No sabía si me iba a matar, pero lo poco que conocía a Nimue, creo que me había colocado en el puesto de su fuente de alimento hasta que se cansara de mí y me matara como a mi madre.
De repente la puerta se abrió con un espantoso chirrido, ahí estaba Nimue con una antorcha en la mano, y con un gesto de desprecio en su cara.

-          Ya te has despertado por lo que veo, sabes me hizo mucha gracia que vinieras a matarme, eres solo un despojo humano, pero lo que si no me hizo ninguna gracia es que coquetearas con mi marido, e intentaras despojarme de mi trono, eso no se hace a la familia.
-          Tu no eres mi familia, y no fui yo quien coqueteo, tu marido me desea, no es culpa mía que te hayas vuelto una vieja decrepita.
-          No te hagas la graciosa, me vas a pagar muy caro todo y he pensado varias formas de torturarte hasta que mueras, pero mi querido Abaddon, me ha hecho ver que seria un desperdicio, el matarte y no dejarte aquí para mi alimento. Hoy te vas a librar, estoy todavía saciada con la sangre de tu madre.
-          Hija de la gran….
-          Shhhhhh, no caigas en el mismo error que tu madre insultándome, a ella no le vino muy bien hacerlo.
-          Podrás beber toda la sangre que quieras de mí pero nunca, escúchame bien, nunca podrás estar tranquila, porque a la mínima que pueda te matare aunque tenga que desgarrarte la yugular con mis dientes.
-          ¿Acaso quieres convertirte? Solo tienes que decírmelo o mejor me lo pienso me podría venir bien una súbdita con tus poderes.
-          Aunque me convirtieras en un chupasangre, nunca te serviría.
-          Ya lo veremos, ya lo veremos. – se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.- Prepárate en un par de días te haré una nueva visita para probar tu sangre.
-          Ojala te envenenes con ella. – y la escupí, pero por desgracia no la alcance.
-          Ahórrate la saliva, porque no vas a tener casi agua, y vas a estar muy sedienta. – Y se marcho dejándome ahí temblando de ira.

            Tenia que hacer algo, no me podía rendir y esperar que ella me desangrara, me acorde de mi madre de todo lo que tenia que haber pasado allí encerrada, sin saber cuando iban a venir a desangrarla, ni cuanto tiempo le quedaba, de repente se me vino una idea a la mente, recordé la manera en que mi madre se comunico por ultima vez conmigo, tenia que viajar astralmente, presentarme ante Ángel, tenia que pedirle ayuda, esperaba que aun no fuera demasiado tarde.
            Me concentre en mi recuerdo de Ángel, desee estar ante él, poder pedirle ayuda, espere y espere durante varios minutos, pero aparte de irritarme conmigo misma no conseguí nada mas, ¿por qué no me salía?¿acaso no era una poderosa bruja?, y caí en la cuenta, ya no era una bruja, era un maldito demonio, solo podría salir de esta si mi corazón perdonaba, si mi sed de venganza se aplacaba y solo una cosa en mi vida conseguiría que volviera a ser yo, solo el amor podía liberarme.
            Pensé en mi madre en todo el amor que nos teníamos y no habíamos podido demostrarnos, Lena también vino a mi mente, en su amistad incondicional, en nuestro amor de hermanas, en cada instante que habíamos pasado juntas en los buenos y malos momentos, y justo ahora no estaba en su peor momento, el ultimo pero no menos importante pensamiento fue para Ángel, en el día que le conocí, en sus ojos, su sonrisa, sus besos y caricias y en cada “te quiero” de sus labios.
            Una calidez empezó a penetrar en mi piel, abrí los ojos y vi como toda yo brillaba con un intenso color verde, todo ese amor que me profesaban lleno mi corazón de ternura, arrasando el mínimo resentimiento de él, ya no quería vengarme, solo quería volver a los brazos de Ángel, en el momento que me di cuenta que la sed de venganza había desaparecido, la luz que resplandecía en mi piel salió como una ráfaga hacia fuera de mi iluminando la celda, por unos segundos se vio el horrible lugar donde me encontraba, la ratas y cucarachas que recorrían el lugar, pero toda esa luz se concentro y se introdujo en mi esmeralda con una fuerza que me empotro contra la pared y me dejo sin aliento, cuando por fin la celda volvió a quedarse a oscuras, solo vi como mi colgante volvía a tener el color de la esperanza, volvía a ser una esmeralda y no un rubí. Yo volvía a ser una bruja, una bruja a la que respaldaba el poder de la esmeralda.
            Una sensación de paz y reconciliación daban a mi alma la plenitud, había alejado de mi todo el mal que me corrompía y era hora de buscar mi libertad y acabar con Nimue, no por venganza si no por justicia, porque era lo correcto, y solo necesitaba a alguien a mi lado, a mi guardián.