Visita inesperada
Me
concentre con más énfasis y pensé en Ángel, desee poder tocarlo y sentirlo, y
mi espíritu empezó a separarse de mi cuerpo y subió y subió hasta llegar al
cielo estrellado, volé a través de él hasta llegar a mi casa, mi alma era la
que me guiaba hacia el encuentro de mi amado, traspase las paredes de mi piso
hasta encontrarme en mi habitación, ahí estaba el, sentado en mi cama, con una
foto mía en sus manos y llorando silenciosamente. Sentí como se echaba la culpa
por no haber podido protegerme de mi misma.
-
No llores Ángel, verte así me rompe el corazón.- al
sentir mi voz dio un respingón y se levanto de un salto de la cama y me miro
con asombro y con tristeza.
-
¿Nhoa?, dios mío estas aquí has vuelto a cambiar –
intento tocar mi mejilla pero su mano traspaso mi cara - ¿Estas muerta? ¡Oh
dios…..!
-
No te asustes, no estoy muerta, este es mi cuerpo astral,
no tengo mucho tiempo mi amor, vengo a pedir tu ayuda y tu perdón.
-
¿Dónde te encuentras? Cruzare infiernos si hace falta
para ayudarte.
-
Justo eso necesito. – sentí una fuerza tirando de mi
nuevamente a mi cuerpo- estoy en el infierno.
-
¿En el infierno? ¿Cómo llego hasta allí?
Y justo cuando fui
a contarle un tirón mas fuerte arrastro mi espíritu a mi cuerpo, sin poder
terminar de contarle a Ángel como encontrarme, aunque tenía la esperanza que
llegara a mí.
Mis ojos tardaron
unos segundos en adaptarse otra vez a la oscuridad, necesitaba ver quién o qué
me había arrastrado de regreso, al principio no conseguí enfocar la cara de la
persona que tenía en frente. El contorno de la cara del rey de los demonios se
fue dibujando ante mí, tenía una sonrisa picara en sus turgentes labios, y digo
turgentes porque realmente los tenía como una fresa madura, gruesos, rosados y
dispuestos a ser besados, moví la cabeza para sacar esos pensamientos de mi
mente, pero algo realmente raro me atraía hacia Abaddon irremediablemente.
En el primer
momento que le vi no me fije bien, ya que mi atención estaba puesta en Nimue,
pero este hombre era realmente guapo y explosivo. Aunque en la oscuridad no
podía ver en condiciones, lo poco que veía me hacía temblar de deseo, sus ojos parecían negros aunque no podía
asegurarlo, tenía una nariz recta y con fuerza, se podría decir que un poco
larga pero no le restaba belleza a su rostro, una mandíbula fuerte y bien
dibujaba enmarcaba esos bellos labios, y en su barbilla un pequeño hoyuelo
asomaba, su pelo caía en ondas y hasta donde pude vislumbrar le alcanzaba mas allá
de la cintura, ¡y qué cintura!, su musculoso cuerpo estaba formado por los
brazos y pechos más impresionantes que hubiera visto, y lo digo porque en
realidad lo veía, iba sin camisa. Un sudor frio recorría mi espalda, haciendo
que pequeños escalofríos recorrieran mi cuerpo, estaba ardiendo por dentro,
deseando estar entre los brazos de Abaddon, y lo más raro es que en mi interior
una necesidad imperiosa de sus besos y caricias crecía sin ver el limite.
No podía creer lo
que me estaba pasando, yo amaba a Ángel, porque estos deseos y sentimientos por
alguien que ni siquiera conocía, y encima era el marido de la maldita
chupasangre de Nimue, me tenía que estar volviendo loca, porque si no, no era normal lo que me estaba pasando.
-
Hola querida, te tengo que pedir perdón por traerte así
de vuelta pero no podía permitir que dieras a conocer tu paradero. – Solo el
escuchar su voz hizo que mis piernas temblaran por una descarga de placer.
-
¿Qué es lo que quieres? Venir a regodearte con el triunfo
de tu mujer.
-
No mi niña, yo no haría eso, vengo a liberarte.
Con un movimiento
de su mano hizo caer cada una de las cadenas que me tenían sujeta, y por la
falta de equilibrio caí entre sus brazos, el me sujeto inmediatamente para que
no cayera y me apretó fuertemente contra él, sus labios apenas estaban
separados de los míos, como si estuviera a punto de besarme, y que deseos tenia
de que lo hiciera, estaba por desmayarme en los brazos del rey demonio, no por
agotamiento, si no de la emoción de estar entre sus brazos.
-
Suélteme, necesito que me suelte,- un poco de cordura
hizo que dijera esas palabras, pero para ser sincera las dije con muy poco
énfasis.
-
¿Y dejarte caer? No, no lo creo, además se siente muy
bien tu cuerpo pegado al mío.
No sé de donde
saque las fuerzas pero le empuje para que me soltara, y lo logre pero con la
mala fortuna que por la debilidad de mis piernas fui a dar con mi trasero en el
suelo.
-
Que cabezota eres, deja que te ayude, vengo a ayudarte,
confía en mí.
-
La confianza es un bien muy preciado, y nunca se lo daría
al rey de los demonios, y más si este es el marido de mi peor enemiga.- Su risa
trono por toda la celda, era como una melodía oscura pero no dejaba de ser
bella.
-
Venga levanta.- Me tendió su mano- Tenemos que hablar,
tengo muchas cosas que contarte.
-
No quiero ser maleducada – dije levantándome por mi misma
– pero no creo que tenga nada que hablar con usted. Y mejor que se aparte de la
salida, porque si vino ayudarme, la mejor ayuda es que me deje ir.
-
Y te voy a dejar irte pero no sin antes enseñarte algo.
Salió por la puerta
y se quedo esperando a que lo siguiera, no me quedaba otra que tener la
esperanza de que de verdad me ayudara, y le seguí, cuando salimos al pasillo me
di cuenta un poco avergonzada de que iba completamente desnuda y volví a
esconderme en la oscuridad de la celda.
-
¿Y ahora qué pasa? Te lo pensaste mejor y decidiste
quedarte como alimento de Nimue.
-
No, es que…..estoy desnuda.- sentí como un fuego me subía
por el cuello hasta posarse en mis mejillas.
-
A mí no me importa, eres preciosa ante mis ojos.
-
¡Pero a mí si me importa!
-
Bueno, bueno no te alteres Nhoa. – hizo algo con la mano,
y una maravillosa tela roja como la sangre apareció en ellas.- Toma ponte esto.
-
Gracias.- Me lo puse y cuando volví a salir vi que era un
precioso vestido de seda, tenía unos finos tirantes con pequeños rubís
incrustados, un generoso escote enseñaba casi mis pechos, y el cuerpo del
vestido era ajustado y con falda de tubo hasta las rodillas.
-
Estas divina, mi amor.
-
No soy tu amor. – me quede sin aliento al mirarle a los
ojos, había creído que eran de color negro, pero en realidad eran verdes,
verdes esmeralda como los míos, sus facciones me impresionaron incluso más
ahora que los veía a la luz de las antorchas que iluminaban el pasillo.
-
Si me sigues mirando así Nhoa, lo voy a interpretar como
una invitación.
-
Deja de burlarte de mí y llévame hasta donde lo que me
quieres enseñar.- me forcé a quitar mis ojos de él.
Me llevo a través
de los pasillos, parecía un laberinto, después de lo que me imaginaba que era
casi media hora, nos paramos frente a una puerta dorada, al abrirla dio paso a
una pequeña estancia donde solo se veía un gran cuadro que ocupaba toda la
pared de enfrente, y este estaba iluminado con grandes velas rojas, en el
cuadro estaban representados una pareja cogida de la mano sentada en medio de
un gran campo verde y frondoso, la mujer era pelirroja pero de una gran
belleza, y el hombre aunque me parecía conocido, era realmente guapo, en la
mirada de los dos había reflejado un gran amor.
-
Si me has traído ha ver esto, te tengo que decir que no
entiendo nada de arte.
-
Mira bien el cuadro y dime a quien reconoces de ahí, por
favor.
Lo mire
detenidamente y me di cuenta que el hombre de ese cuadro era Abaddon, más joven
y con el pelo más corto pero era él.
-
Eres tú.
-
Si, ¿Y la mujer?
-
No se no la reconozco.- saco un espejo de no sé dónde y
lo puso frente a mi
-
Mírate y después mira el cuadro.- Lo hice
-
Me parezco un poco a ella, pero yo no soy tan bella, yo
no soy ella.
-
No claro que no eres tú, pero sois idéntica Nhoa, eres
igual de bella que tu diosa.
-
¿Mi diosa?
-
Si, Aradia.
-
¿Tú y ella…..?
-
Déjame que te cuente la historia que hay detrás de este
cuadro. Dé una traición que me rompió el corazón en mil pedazos. Del amor que
le tenía a tu diosa. Te concierne bastante.
-
¿Del amor? ¿Tú la amaste?
-
Si yo la ame, la ame tanto que por su traición caí en el
infierno, literalmente. Fue hace muchos, muchos siglos….
No hay comentarios:
Publicar un comentario