2 sept 2012

15º Capitulo


Visita inesperada

            Me concentre con más énfasis y pensé en Ángel, desee poder tocarlo y sentirlo, y mi espíritu empezó a separarse de mi cuerpo y subió y subió hasta llegar al cielo estrellado, volé a través de él hasta llegar a mi casa, mi alma era la que me guiaba hacia el encuentro de mi amado, traspase las paredes de mi piso hasta encontrarme en mi habitación, ahí estaba el, sentado en mi cama, con una foto mía en sus manos y llorando silenciosamente. Sentí como se echaba la culpa por no haber podido protegerme de mi misma.

-          No llores Ángel, verte así me rompe el corazón.- al sentir mi voz dio un respingón y se levanto de un salto de la cama y me miro con asombro y con tristeza.
-          ¿Nhoa?, dios mío estas aquí has vuelto a cambiar – intento tocar mi mejilla pero su mano traspaso mi cara - ¿Estas muerta? ¡Oh dios…..!
-          No te asustes, no estoy muerta, este es mi cuerpo astral, no tengo mucho tiempo mi amor, vengo a pedir tu ayuda y tu perdón.
-          ¿Dónde te encuentras? Cruzare infiernos si hace falta para ayudarte.
-          Justo eso necesito. – sentí una fuerza tirando de mi nuevamente a mi cuerpo- estoy en el infierno.
-          ¿En el infierno? ¿Cómo llego hasta allí?

Y justo cuando fui a contarle un tirón mas fuerte arrastro mi espíritu a mi cuerpo, sin poder terminar de contarle a Ángel como encontrarme, aunque tenía la esperanza que llegara a mí.
Mis ojos tardaron unos segundos en adaptarse otra vez a la oscuridad, necesitaba ver quién o qué me había arrastrado de regreso, al principio no conseguí enfocar la cara de la persona que tenía en frente. El contorno de la cara del rey de los demonios se fue dibujando ante mí, tenía una sonrisa picara en sus turgentes labios, y digo turgentes porque realmente los tenía como una fresa madura, gruesos, rosados y dispuestos a ser besados, moví la cabeza para sacar esos pensamientos de mi mente, pero algo realmente raro me atraía hacia Abaddon irremediablemente.
En el primer momento que le vi no me fije bien, ya que mi atención estaba puesta en Nimue, pero este hombre era realmente guapo y explosivo. Aunque en la oscuridad no podía ver en condiciones, lo poco que veía me hacía temblar de deseo,  sus ojos parecían negros aunque no podía asegurarlo, tenía una nariz recta y con fuerza, se podría decir que un poco larga pero no le restaba belleza a su rostro, una mandíbula fuerte y bien dibujaba enmarcaba esos bellos labios, y en su barbilla un pequeño hoyuelo asomaba, su pelo caía en ondas y hasta donde pude vislumbrar le alcanzaba mas allá de la cintura, ¡y qué cintura!, su musculoso cuerpo estaba formado por los brazos y pechos más impresionantes que hubiera visto, y lo digo porque en realidad lo veía, iba sin camisa. Un sudor frio recorría mi espalda, haciendo que pequeños escalofríos recorrieran mi cuerpo, estaba ardiendo por dentro, deseando estar entre los brazos de Abaddon, y lo más raro es que en mi interior una necesidad imperiosa de sus besos y caricias crecía sin ver el limite.
No podía creer lo que me estaba pasando, yo amaba a Ángel, porque estos deseos y sentimientos por alguien que ni siquiera conocía, y encima era el marido de la maldita chupasangre de Nimue, me tenía que estar volviendo loca, porque si no,  no era normal lo que me estaba pasando.

-          Hola querida, te tengo que pedir perdón por traerte así de vuelta pero no podía permitir que dieras a conocer tu paradero. – Solo el escuchar su voz hizo que mis piernas temblaran por una descarga de placer.
-          ¿Qué es lo que quieres? Venir a regodearte con el triunfo de tu mujer.
-          No mi niña, yo no haría eso, vengo a liberarte.

Con un movimiento de su mano hizo caer cada una de las cadenas que me tenían sujeta, y por la falta de equilibrio caí entre sus brazos, el me sujeto inmediatamente para que no cayera y me apretó fuertemente contra él, sus labios apenas estaban separados de los míos, como si estuviera a punto de besarme, y que deseos tenia de que lo hiciera, estaba por desmayarme en los brazos del rey demonio, no por agotamiento, si no de la emoción de estar entre sus brazos.

-          Suélteme, necesito que me suelte,- un poco de cordura hizo que dijera esas palabras, pero para ser sincera las dije con muy poco énfasis.
-          ¿Y dejarte caer? No, no lo creo, además se siente muy bien tu cuerpo pegado al mío.

No sé de donde saque las fuerzas pero le empuje para que me soltara, y lo logre pero con la mala fortuna que por la debilidad de mis piernas fui a dar con mi trasero en el suelo.

-          Que cabezota eres, deja que te ayude, vengo a ayudarte, confía en mí.
-          La confianza es un bien muy preciado, y nunca se lo daría al rey de los demonios, y más si este es el marido de mi peor enemiga.- Su risa trono por toda la celda, era como una melodía oscura pero no dejaba de ser bella.
-          Venga levanta.- Me tendió su mano- Tenemos que hablar, tengo muchas cosas que contarte.
-          No quiero ser maleducada – dije levantándome por mi misma – pero no creo que tenga nada que hablar con usted. Y mejor que se aparte de la salida, porque si vino ayudarme, la mejor ayuda es que me deje ir.
-          Y te voy a dejar irte pero no sin antes enseñarte algo.

Salió por la puerta y se quedo esperando a que lo siguiera, no me quedaba otra que tener la esperanza de que de verdad me ayudara, y le seguí, cuando salimos al pasillo me di cuenta un poco avergonzada de que iba completamente desnuda y volví a esconderme en la oscuridad de la celda.

-          ¿Y ahora qué pasa? Te lo pensaste mejor y decidiste quedarte como alimento de Nimue.
-          No, es que…..estoy desnuda.- sentí como un fuego me subía por el cuello hasta posarse en mis mejillas.
-          A mí no me importa, eres preciosa ante mis ojos.
-          ¡Pero a mí si me importa!
-          Bueno, bueno no te alteres Nhoa. – hizo algo con la mano, y una maravillosa tela roja como la sangre apareció en ellas.- Toma ponte esto.
-          Gracias.- Me lo puse y cuando volví a salir vi que era un precioso vestido de seda, tenía unos finos tirantes con pequeños rubís incrustados, un generoso escote enseñaba casi mis pechos, y el cuerpo del vestido era ajustado y con falda de tubo hasta las rodillas.
-          Estas divina, mi amor.
-          No soy tu amor. – me quede sin aliento al mirarle a los ojos, había creído que eran de color negro, pero en realidad eran verdes, verdes esmeralda como los míos, sus facciones me impresionaron incluso más ahora que los veía a la luz de las antorchas que iluminaban el pasillo.
-          Si me sigues mirando así Nhoa, lo voy a interpretar como una invitación.
-          Deja de burlarte de mí y llévame hasta donde lo que me quieres enseñar.- me forcé a quitar mis ojos de él.

Me llevo a través de los pasillos, parecía un laberinto, después de lo que me imaginaba que era casi media hora, nos paramos frente a una puerta dorada, al abrirla dio paso a una pequeña estancia donde solo se veía un gran cuadro que ocupaba toda la pared de enfrente, y este estaba iluminado con grandes velas rojas, en el cuadro estaban representados una pareja cogida de la mano sentada en medio de un gran campo verde y frondoso, la mujer era pelirroja pero de una gran belleza, y el hombre aunque me parecía conocido, era realmente guapo, en la mirada de los dos había reflejado un gran amor.

-          Si me has traído ha ver esto, te tengo que decir que no entiendo nada de arte.
-          Mira bien el cuadro y dime a quien reconoces de ahí, por favor.

Lo mire detenidamente y me di cuenta que el hombre de ese cuadro era Abaddon, más joven y con el pelo más corto pero era él.

-          Eres tú.
-          Si, ¿Y la mujer?
-          No se no la reconozco.- saco un espejo de no sé dónde y lo puso frente a mi
-          Mírate y después mira el cuadro.- Lo hice
-          Me parezco un poco a ella, pero yo no soy tan bella, yo no soy ella.
-          No claro que no eres tú, pero sois idéntica Nhoa, eres igual de bella que tu diosa.
-          ¿Mi diosa?
-          Si, Aradia.
-          ¿Tú y ella…..?
-          Déjame que te cuente la historia que hay detrás de este cuadro. Dé una traición que me rompió el corazón en mil pedazos. Del amor que le tenía a tu diosa. Te concierne bastante.
-          ¿Del amor? ¿Tú la amaste?
-          Si yo la ame, la ame tanto que por su traición caí en el infierno, literalmente. Fue hace muchos, muchos siglos….

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