En el
infierno
Aparecí
ante ella, estaba sentada en su trono junto a un hombre de mirada demoníaca,
tenia una cruel sonrisa en sus labios, pero cuando me vio aparecer ante ella se
le trasformo en una mueca de asombro, no esperaba verme ahí, no de esa manera.
-
¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado?- Se levanto despacio
con los puños cerrados a su costado.
-
¿Es que no lo sabes? Vengo a matarte, a exterminarte. –
Su risa resonó en todo el infierno.
-
No me hagas reír querida, una niñata como tu que juega a
ser brujita no podría conmigo, aunque ahora que te miro detenidamente, ¿Qué te
paso? Ya veo que eres un demonio muy mono, ¿te vas a unir a mis súbditos?
-
Ni en tus mejores pesadillas Nimue, la hora te ha llegado,
es hora de que te vayas al infierno. ¡Oh! Espera ya estas en el.- De mi mano salia
una gran bola de fuego que choco contra su pecho sentándola de golpe en el
trono de nuevo.
Vi como el hombre
que estaba a su lado se levantaba mientras me miraba con ojos risueños, se
acerco a un metro de mi, y me dio un repaso con su mirada por todo mi cuerpo,
me sentí desnuda, pero un pequeño cosquilleo recorrió mi columna vertebral, ese
hombre podía darme el mayor placer de mi vida, pero también me destruiría con
un solo soplido.
-
Con que tú eres la hija de Bellia, mira por donde no
pensaba que fueras así,- Su voz era profunda y se me colaba hasta el fondo de
mí ser.- Creo que me va a gustar tenerte por aquí.
-
Yo no me voy a quedar aquí, y por cierto ¿tu quien eres?
-
Su Abaddon, preciosa, el rey de los demonios. Si quieres
podrías tener el mundo a tus pies si te unes a mí.
-
¡Nunca! yo no soy como vosotros solo he venido a matar a
tu querida reina, por eso hazme el favor de apartarte de en medio.
-
Ja, ja, ja, ja, ¿te has mirado últimamente en el espejo?
Eres una de nosotros, para que negarlo, además yo no te voy a impedir que
intentes matar a Nimue, pero si lo logras te ofreceré su trono para que reines
junto a mi.
-
¡¡¡¡¡Jamás!!!!! – Grito Nimue.- Esta bastarda no me
quitara el trono.
No se en que
momento se movió pero de repente estaba detrás de mi dándome un gran golpe en
la cabeza con algún objeto, que no tengo ni idea de donde lo saco, me dio tan
fuerte que se me nublo los ojos, me maree tanto que creí que me iba a desmayar,
y no me equivoque tanto porque me desmaye, pero no del golpe de la cabeza si no
porque con solo una mano me dio un empujón que me empotro contra una pared
perdiendo así la conciencia.
Creo que pasaron
varias horas antes de despertarme, al principio me sentí desorientada no sabia
donde me encontraba, estaba de pie sujeta por las manos con unas cadenas,
intente soltarme pero era imposible, mis pies también estaban atados y me
encontraba completamente desnuda. Por lo poco que pude ver estaba en un lugar oscuro
y cerrado, enfrente de mi había una puerta con una pequeña ventana con rejas
pero a través de ella seguía viendo oscuridad, reconocí ese lugar, y la
desesperación se apodero de mi, estaba en la misma celda donde mi madre estuvo
encerrada, se podía oler la mugre y también se olía a hierro, pero me di cuenta
que ese olor no era por el metal si no que era de sangre, allí mismo habían
matado a mi madre, y posiblemente yo acabaría igual.
Pasaron horas y
horas, a veces me adormitaba, pero extraños ruidos me despertaban enseguida,
tanto los brazos como las piernas las tenia entumecidas, me estaba volviendo
loca con esta situación, pero lo que mas me enloquecía era la incertidumbre de
no saber mi destino.No sabía si me iba a matar, pero lo poco que conocía a Nimue,
creo que me había colocado en el puesto de su fuente de alimento hasta que se
cansara de mí y me matara como a mi madre.
De repente la
puerta se abrió con un espantoso chirrido, ahí estaba Nimue con una antorcha en
la mano, y con un gesto de desprecio en su cara.
-
Ya te has despertado por lo que veo, sabes me hizo mucha
gracia que vinieras a matarme, eres solo un despojo humano, pero lo que si no
me hizo ninguna gracia es que coquetearas con mi marido, e intentaras
despojarme de mi trono, eso no se hace a la familia.
-
Tu no eres mi familia, y no fui yo quien coqueteo, tu
marido me desea, no es culpa mía que te hayas vuelto una vieja decrepita.
-
No te hagas la graciosa, me vas a pagar muy caro todo y
he pensado varias formas de torturarte hasta que mueras, pero mi querido
Abaddon, me ha hecho ver que seria un desperdicio, el matarte y no dejarte aquí
para mi alimento. Hoy te vas a librar, estoy todavía saciada con la sangre de
tu madre.
-
Hija de la gran….
-
Shhhhhh, no caigas en el mismo error que tu madre insultándome,
a ella no le vino muy bien hacerlo.
-
Podrás beber toda la sangre que quieras de mí pero nunca,
escúchame bien, nunca podrás estar tranquila, porque a la mínima que pueda te
matare aunque tenga que desgarrarte la yugular con mis dientes.
-
¿Acaso quieres convertirte? Solo tienes que decírmelo o
mejor me lo pienso me podría venir bien una súbdita con tus poderes.
-
Aunque me convirtieras en un chupasangre, nunca te
serviría.
-
Ya lo veremos, ya lo veremos. – se dio la vuelta y se
dispuso a marcharse.- Prepárate en un par de días te haré una nueva visita para
probar tu sangre.
-
Ojala te envenenes con ella. – y la escupí, pero por
desgracia no la alcance.
-
Ahórrate la saliva, porque no vas a tener casi agua, y
vas a estar muy sedienta. – Y se marcho dejándome ahí temblando de ira.
Tenia
que hacer algo, no me podía rendir y esperar que ella me desangrara, me acorde
de mi madre de todo lo que tenia que haber pasado allí encerrada, sin saber
cuando iban a venir a desangrarla, ni cuanto tiempo le quedaba, de repente se
me vino una idea a la mente, recordé la manera en que mi madre se comunico por
ultima vez conmigo, tenia que viajar astralmente, presentarme ante Ángel, tenia
que pedirle ayuda, esperaba que aun no fuera demasiado tarde.
Me
concentre en mi recuerdo de Ángel, desee estar ante él, poder pedirle ayuda,
espere y espere durante varios minutos, pero aparte de irritarme conmigo misma
no conseguí nada mas, ¿por qué no me salía?¿acaso no era una poderosa bruja?, y
caí en la cuenta, ya no era una bruja, era un maldito demonio, solo podría
salir de esta si mi corazón perdonaba, si mi sed de venganza se aplacaba y solo
una cosa en mi vida conseguiría que volviera a ser yo, solo el amor podía
liberarme.
Pensé en
mi madre en todo el amor que nos teníamos y no habíamos podido demostrarnos,
Lena también vino a mi mente, en su amistad incondicional, en nuestro amor de
hermanas, en cada instante que habíamos pasado juntas en los buenos y malos
momentos, y justo ahora no estaba en su peor momento, el ultimo pero no menos
importante pensamiento fue para Ángel, en el día que le conocí, en sus ojos, su
sonrisa, sus besos y caricias y en cada “te quiero” de sus labios.
Una
calidez empezó a penetrar en mi piel, abrí los ojos y vi como toda yo brillaba
con un intenso color verde, todo ese amor que me profesaban lleno mi corazón de
ternura, arrasando el mínimo resentimiento de él, ya no quería vengarme, solo
quería volver a los brazos de Ángel, en el momento que me di cuenta que la sed
de venganza había desaparecido, la luz que resplandecía en mi piel salió como
una ráfaga hacia fuera de mi iluminando la celda, por unos segundos se vio el
horrible lugar donde me encontraba, la ratas y cucarachas que recorrían el
lugar, pero toda esa luz se concentro y se introdujo en mi esmeralda con una
fuerza que me empotro contra la pared y me dejo sin aliento, cuando por fin la
celda volvió a quedarse a oscuras, solo vi como mi colgante volvía a tener el
color de la esperanza, volvía a ser una esmeralda y no un rubí. Yo volvía a ser
una bruja, una bruja a la que respaldaba el poder de la esmeralda.
Una
sensación de paz y reconciliación daban a mi alma la plenitud, había alejado de
mi todo el mal que me corrompía y era hora de buscar mi libertad y acabar con
Nimue, no por venganza si no por justicia, porque era lo correcto, y solo
necesitaba a alguien a mi lado, a mi guardián.
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