Corazón traicionero
Fue hace muchos, muchos
siglos, antes de que las brujas moraran el mundo, antes incluso de que la magia
fuera conocida como tal.
Vivía en un mundo lleno de
paz, un mundo paralelo a este, la belleza de nuestro mundo era inigualable,
tanto mortales como dioses convivíamos en armonía en este mundo.
Yo era un muchacho lleno
de vida, con ansias de conquistar el corazón de una bella princesa, mi amada
Aradia. Habíamos sido compañeros de juegos durante nuestra infancia, y muy
amigos a pesar de que ella era de la realeza y yo simplemente el hijo del
guardia personal de la reina, la reina era sencillamente un desecho de bondad,
incluso me trataba como a un hijo, por eso nunca puso impedimento de que fuera
amigo de su hija.
Aradia y yo éramos de la
misma edad, crecimos y estudiamos juntos, hasta que prácticamente no
convertimos en casi adultos. Mi amistad por ella fue convirtiéndose en un amor
muy profundo, un amor callado porque pensaba que no sería digno de ella.
Una tarde de primavera nos
pusimos a recoger melocotones, cerca del castillo, eran unos melocotones
grandes y rojos, Aradia se le antojo algunos para llevarle a su padre. Ella era
un poco testaruda y se empeño en subirse al melocotonero para recoger la fruta
ella misma, yo que no podía negarle nada se lo permití, mientras ella me tiraba
melocotones su pie resbalo y Aradia cayo, con la suerte de que yo estaba justo
debajo de ella y pude cogerla en brazos, aunque con la fuerza del impacto caí,
quedándose Aradia justo tumbada encima de mí.
Tal acercamiento nunca
había pasado entre nosotros y no pude evitar el besarle los labios,
sorprendentemente ella me respondió, le declare mi amor y ella me confirmo el
suyo. Desde esa tarde en vez de salir a pasear nos escondíamos por el bosque
aledaño al castillo para poder estar uno en brazos del otro. Una de esas tardes
nos adentramos más profundamente en el bosque y fuimos a dar con una cabaña de
caza propiedad del rey, como empezó a llover nos metimos en ella.
Cuando vimos el interior
no quedamos patidifusos, eso no era una cabaña era un nido de amor tan
esplendido que no nos pudimos resistir. Dentro de la cabaña había una gran cama
con dosel blanco, junto a la cama una mesa llena de manjares dispuestos para
comer, y en el techo había una gran vidriera de colores de donde entraba la luz
del sol y hacia que el cuarto se llenara de arcoíris.
Nos dejamos llevar por el
ambiente y acabamos consumando nuestro amor, aunque los dos éramos
principiantes en este campo, no tuvimos ningún problema en amarnos, y sin
darnos cuenta quedamos dormidos uno en brazos del otro.
No sé cuantas horas
pasaron, pero cuando nos despertamos por el sonido de unas risas, la luna
alumbraba la estancia, de repente la puerta se abrió dando paso al rey y a la
reina, y junto a ellos mi padre. Una expresión de horror se dibujo en la cara
de los tres, yo me vestí rápidamente mientras Aradia lloraba sin consuelo.
El rey furioso me saco a
la fuerza y enfrente de mi padre me pego una paliza que me dejo sin sentido.
No sé qué paso después, pero cuando desperté estaba
encerrado en un mugroso calabozo, mi padre estaba a mis pies mirándome con
decepción, me dijo que había deshonrado mi familia, que nunca debí a ver puesto
mis ojos en la princesa y que diera gracias que a pesar de todo el rey me
dejara con vida, que trabajaría en los establos y que nunca más volviera
acercarme a ella o seria decapitado por su propia mano.
Creo que paso unos cinco meses, aun no estoy seguro,
cinco meses encerrado y con deseos de ver a mi amada, hasta que por fin me
liberaron, me llevaron a los baños para que me lavara y me vistiera con nuevas
ropas y después me llevaron a los establos.
Trabaje día y noche sin descanso sin perder la esperanza
de cruzarme con Aradia, durante un mes intente buscarla por cada rincón del
castillo pero sin éxito, casi había perdido la esperanza cuando un buen día se
acerco una gran carroza negra hasta el castillo, por curiosidad me asome para
ver quien venía en ella, un hombre enorme vestido de negro bajo de la carroza, tenía
un aura de misterio que le rodeaba, cuando bajo alzo su mano para ayudar a una
mujer ha bajar también. Cuando esa mujer asomo la cabeza deje de respirar, esa
cabellera roja como la sangre solo podía ser de una persona, Aradia.
Le sonreía al hombre de negro con gran ternura, cuando
termino de bajar vi que su vientre estaba muy abultado, estaba embarazada y creí
que tenía que ser mío. Sin poder reprimirme me acerque corriendo a ella, cuando
quise abrazarla me aparto con cara de horror. Cuando la pregunte qué pasaba el
hombre que estaba a su lado se interpuso entre nosotros y me dijo que dejara en
paz a su mujer.
El mundo cayo a mis pies y sentí como mi corazón se rompía
en mil pedazos, ella estaba casada con otro hombre, ella había traicionado mi
amor, y me sentí ridículo al haber pensado que el hijo que llevaba en su
vientre era mío, sin poder sopórtalo más hui de allí sin mirar atrás.
Estuve vagando sin destino, mi mente estaba nublada de
ira por la traición de la mujer que mas amaba, estaba herido de muerte y Aradia
había sido la mano ejecutora. No se cuanto tiempo pase así, pero perdí el
conocimiento, no había comido ni bebido nada durante días. Cuando desperté
estaba tumbado cerca de un fuego, al otro lado de este había un hombre sentado observándome.
Sus ojos eran del color de la sangre y al mirarle me tembló hasta el alma. Me
había recogido y salvado de una muerte segura, por lo que me conto después me
encontró rodeado de buitres esperando mi final.
Después de unos días en su compañía logre entablar una
especie de amistad con este personaje. Me conto que su nombre era Caleb, era un
sacerdote de magia negra, yo no sabía que era pero no tarde en comprender lo
que significaba y en aprender cómo se usaba gracias a la enseñanzas de Caleb.
También me conto que mi mundo no era el único que
existía, que había uno paralelo a este que se llamaba Tierra, allí había tres
sitios para vivir, el cielo donde solo los dioses y ángeles lo habitaban, la
tierra donde los mortales se mataban entre sí, y el infierno donde habitaban
los demonios, seres de gran poder. Él venia de allí buscando un aprendiz que le
ayudara derrotar al rey actual de los
demonios, Caleb quería el trono y necesitaba mi ayuda. Le respondí que iría con
él pero con la condición de que me ayudara a vengarme de Aradia.
Me introduje en el castillo con ayuda de la magia, cuando
llegue a la habitación de Aradia la vi tumbada en la cama, con un precioso bebe
entre sus brazos, acababa de ser madre, aunque estuve a punto de marcharme mi
odio fue más fuerte, y cuando estaba a punto de asfixiar a mi princesa con la almohada
una fuerza invisible me golpeo contra la pared.
Su marido y yo luchamos encarecidamente, pero me venció y
antes de que me matara hui de allí, pero no me aleje mucho para poder
vigilarlos, Aradia con su bebe y su marido salieron de madrugada y desparecían
por una puerta de luz creada por él.
Corrí sin descanso hasta donde me esperaba Caleb y le conté
todo detalladamente, me dijo que habían huido a la Tierra y que si queríamos
encontrarles teníamos que irnos inmediatamente. Caleb hizo también una puerta
de luz y nos metimos en ella.
Los buscamos durante meses, hasta que por fin los
encontramos en una casa solariega en medio del campo, durante unos días los
vigilamos para saber el momento preciso de matarlos. Cuando llego el día Caleb
me dio una daga y me dijo que tuviera cuidado porque el marido de Aradia era un
dios. Yo que estaba ciego de ira me introduje en la casa mientras dormían y apuñale
al marido primero, cuando saque la daga de él estallo en una luz dorada. El
estallido despertó a Aradia y empezó a gritar para acallarla la apuñale en el
corazón. Cuando me di cuenta de lo que había hecho la abrace y llore
amargamente hasta que soltó su último aliento. Una luz dorada cubrió su cuerpo
y extrajo de ella su espíritu, su alma me miro con pena y después estallo igual
que había hecho su marido. Busque a la hija de Aradia por toda la casa pero al
no encontrarla me rendí y me marche con el remordimiento de haber dejado a esa
niña huérfana.
Cuando llegue donde me esperaba Caleb le conté lo
sucedido y me dijo que al haber matado a Aradia con el mismo puñal que al dios,
había mezclado su sangre y la había convertido en una diosa también.
Lleno de amargura cumplí el trato con mi maestro y le
ayude a destronar al rey de los demonios, pero al poco tiempo mi ambición hizo
que matara a Caleb y me apoderara del trono convirtiéndome en rey y en demonio.
Investigando averigüe que Aradia como diosa había creado
un aquelarre de brujas y ella era su diosa, ese aquelarre creció hasta
convertirse en lo que es ahora. Su hija había sido la primera de esas brujas,
uno de los miembros del aquelarre profetizo que Aradia descendería del cielo,
se reencarnaría en seis brujas, siendo la ultima la más poderosa y la que mas
esencia de Aradia llevaría en su alma.
-
Y tu querida eres la sexta.
De la misma
sorpresa no me di cuenta en que Abaddon se acercaba a mí, cogió con suavidad la
cara, mirándome y atrapándome en su mirada, me besos con ternura, y varias
imágenes pasaron por mi cabeza, me vi abrazada con él en la cabaña del bosque,
sintiendo sus caricias y sus besos, sentí un amor profundo en mi pecho, y
después la angustia de la separación de nuestras almas, vi también como el rey
me amenazaba con su muerte si no me casaba con otro, la angustia y el dolor de
ver cómo me miraba con odio cuando se entero de que estaba casada, pero también
sentí la plenitud de nuestro amor en el momento que tenia a nuestra hija en
brazos, el fruto de nuestro amor.
Cuando Abaddon dejo
de besarme deje de sentir todo eso como mío, supe inmediatamente que su historia
era cierta y que la conciencia y recuerdos de Aradia estaban en mí, pero lo
peor es que me di cuenta que yo era descendiente del rey de los demonios, y
pensé que clase de monstruo era yo.
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