2 sept 2012

17º Capitulo


Aparición Celestial

En ese momento comprendí que algo muy dentro de mi había cambiado, me negaba a asimilar todo lo que me había contado Abaddon, pero indudablemente era todo verdad, Aradia me lo había mostrado con sus recuerdos, y aunque Abaddon no había sido siempre un demonio, si había caído en la ambición y se convirtió en uno, yo, una simple muchacha, que hace poco tiempo había salido de un orfanato creyendo que no era nadie, en realidad era una poderosa bruja descendiente de una diosa y de un demonio, una cruda realidad que me quería arrastrar a la locura.

-          Por favor Abaddon déjame irme, necesito irme.- le implore con lagrimas en los ojos.
-        ¿Qué te pasa muchacha? Si es por el beso lo siento, no tenía intención pero te pareces tanto a mi amada Aradia.
-          ¿¿¿¿Tu amada???? – grite angustiada – ¡¡¡Si la hubieras amado no la habrías matado!!!
-          Ya te lo conté, entiéndeme princesa, ella me traiciono y me cegué de odio.
-          Nunca me vuelvas a llamar princesa, yo no soy tu princesa.- medio le gruñí estas palabras – ella no te traiciono, ella te salvo.
-         ¿Qué ella qué? Creía que eras mas lista pero creo que no comprendiste mis palabras.
-        Las comprendí muy bien, ella se caso con otro para protegerte de su padre, ella te amo tanto que se sacrifico por ti – mi furia aumento encendiendo la luz de mi esmeralda- ¿¿¿y tú que hiciste??? ¡¡¡Matarla y alejar a tu propia hija de su madre!!!¡¡¡La dejaste huérfana!!!
-       ¿A mí qué? –dijo Abaddon con cara de terror, nunca pensé que un demonio tuviera sentimientos, pero la angustia y la culpa se asentó en sus ojos.
-         ¡¡¡A tu hija!!!

Grite, y con la misma furia que lo hice un poder sobrenatural salió de mi y se acumulo alrededor del cuerpo del rey demonio, ardió en un fuego verde, la agonía se reflejaba en su mirada, me miro suplicante de perdón. Aterrorizada me di cuenta de lo que estaba haciendo y volví a retraer  el poder hacia mí, Abaddon cayó al suelo casi calcinado.

-          Lo siento, no sé lo que me paso – le dije acercándome a él – Perdóname no pude remediarlo, la furia se impuso sobre mí, menos mal que todavía estas vivo.
-          No te preocupes muchacha – dijo con voz ronca y arrastrando las palabras – Aunque quisieras no puedes matarme, solo dejarme imposibilitado durante un tiempo.
-          Igualmente perdóname.
-      ¿Qué te perdone? Yo soy el que tiene que pedir perdón, el que arrebato vidas inocentes por celos y odio, yo fui el que arrebato la felicidad de una madre en criar a su hija, mi amada Aradia, perdóname.- Me sorprendió ver lagrimas de sangre caer por su rostro.

Una luz dorada y hermosa ilumino la habitación dejándonos ciegos por segundos, una hermosa mujer, de pelo rojo y brillo dorado estaba de pie ante nosotros, era hermosa mas allá de lo descriptible, su bello rostro parecía porcelana esmaltada, y sus grandes ojos eran como dos brillantes esmeraldas, una paz se desprendía de ella dejando a mi alma llena de luz y amor. No había duda, estábamos ante la presencia de Aradia.

-          Hola Abaddon, siempre estuve esperando tu arrepentimiento por mi muerte.
-          Aradia, amor mío –dijo Abaddon con voz quebrada.
-         Ya no soy tu amor, tu corazón está muy negro para sentir ese sentimiento tan puro. – Tenia una voz tan melodiosa que parecía tocada por miles de arpas angelicales.
-          Lo siento, perdóname, no supe lo que habías hecho, no supe lo de nuestra hija.
-    No quisiste verlo Abaddon, te negaste a creer en mi amor, siempre con tu complejo de inferioridad hacia mi te causo ceguera en el alma.
-          Tienes razón, pero todavía hay tiempo para redimirme, volver a ser humano.- suplico
-         Lo siento pero tienes demasiado hipotecada tu alma con el mal, no volverás a ser humano pero en tu mano queda en ayudar a nuestra descendiente, a lo que queda de nuestra sangre. – Yo seguía la conversación completamente atontada por la situación.
-          Dime que tengo que hacer, y lo hare. – Dijo el rey poniéndose de pie con las pocas fuerzas que le quedaban.
-      Ahora preocúpate de curar tus heridas, ya llegara el momento que se necesitara tu ayuda, y sobre todo que Nimue no se entere – Abaddon puso su mano en el corazón y lo juro.

Aradia se giro y me miro, me observo atentamente, con una gran sonrisa en sus labios, y levanto la mano y me acaricio, su caricia provoco un escalofrió de emoción por mi piel.

-       Hija mía, se que has sufrido mucho, pero es hora de que aprendas a controlar tu poder y a usarlo en el momento que tú quieras y no dejarte llevar por tus sentimientos, tienes que volver y dedicarte  a saber cómo ser una bruja de valía, te necesitare en la batalla final.
-     Pero no sé cómo seguir adelante – le dije temblando – no sé cómo olvidarme de todo lo sucedido y seguir con mi vida.
-   No tienes que olvidarte, solo pasar tu duelo y echarle voluntad a la vida, tu madre está muy orgullosa de ti, vimos como venciste al soneillon de tu interior.
-      ¿Mi madre? ¿Has visto a mi madre?
-     Si querida ella está conmigo, a mi lado, en el valle de las almas, esperando a que cumplas tu destino para pasar al otro lado.
-       Quisiera tanto verla…- dije mientras las lagrimas caían por mi rostro.
-   No te preocupes volverás a verla y no olvides que tanto ella como yo estamos protegiéndote desde mi mundo. Recuerda que gran parte de mi alma esta en ti. – Puso su mano en mi corazón – Sigue ciegamente a este, a veces es un poco caprichoso pero normalmente lleva la razón.
-       Gracias Aradia por darme esperanza.
-       Cariño yo no soy la que te da esperanza, es el amor que tienes aquí dentro el que te hace tenerla. Por cierto hablando de amor, hay alguien por los pasillos, luchando a diestro y siniestro para encontrarte, apóyate en él, es tu tabla de salvación.- Y desapareció dejándome sin respiración.
-       ¿Alguien? ¡Ángel! Me olvide que le había pedido ayuda.
-   Corre muchacha y huye con él, yo distraeré a mis súbditos. – Me empujo Abaddon hacia la puerta.
-      Gracias
-      No, gracias a ti por darme un poco de tu luz en mi vida, no conocí a mi hija, pero estaré orgulloso de llamártelo a ti. Corre por Ángel te necesita.

Y corrí para encontrarme con el único que podía llenar los momentos más lúgubres de mi vida con amor y alegría.

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