Aparición Celestial
En ese momento
comprendí que algo muy dentro de mi había cambiado, me negaba a asimilar todo
lo que me había contado Abaddon, pero indudablemente era todo verdad, Aradia me
lo había mostrado con sus recuerdos, y aunque Abaddon no había sido siempre un
demonio, si había caído en la ambición y se convirtió en uno, yo, una simple
muchacha, que hace poco tiempo había salido de un orfanato creyendo que no era
nadie, en realidad era una poderosa bruja descendiente de una diosa y de un
demonio, una cruda realidad que me quería arrastrar a la locura.
-
Por favor Abaddon déjame irme, necesito irme.- le implore
con lagrimas en los ojos.
- ¿Qué te pasa muchacha? Si es por el beso lo siento, no tenía
intención pero te pareces tanto a mi amada Aradia.
-
¿¿¿¿Tu amada???? – grite angustiada – ¡¡¡Si la hubieras
amado no la habrías matado!!!
-
Ya te lo conté, entiéndeme princesa, ella me traiciono y
me cegué de odio.
-
Nunca me vuelvas a llamar princesa, yo no soy tu
princesa.- medio le gruñí estas palabras – ella no te traiciono, ella te salvo.
- ¿Qué ella qué? Creía que eras mas lista pero creo que no comprendiste
mis palabras.
- Las comprendí muy bien, ella se caso con otro para
protegerte de su padre, ella te amo tanto que se sacrifico por ti – mi furia
aumento encendiendo la luz de mi esmeralda- ¿¿¿y tú que hiciste??? ¡¡¡Matarla y
alejar a tu propia hija de su madre!!!¡¡¡La dejaste huérfana!!!
- ¿A mí qué? –dijo Abaddon con cara de terror, nunca pensé
que un demonio tuviera sentimientos, pero la angustia y la culpa se asentó en
sus ojos.
- ¡¡¡A tu hija!!!
Grite, y con la
misma furia que lo hice un poder sobrenatural salió de mi y se acumulo
alrededor del cuerpo del rey demonio, ardió en un fuego verde, la agonía se
reflejaba en su mirada, me miro suplicante de perdón. Aterrorizada me di cuenta
de lo que estaba haciendo y volví a retraer
el poder hacia mí, Abaddon cayó al suelo casi calcinado.
-
Lo siento, no sé lo que me paso – le dije acercándome a él
– Perdóname no pude remediarlo, la furia se impuso sobre mí, menos mal que todavía
estas vivo.
-
No te preocupes muchacha – dijo con voz ronca y
arrastrando las palabras – Aunque quisieras no puedes matarme, solo dejarme
imposibilitado durante un tiempo.
-
Igualmente perdóname.
- ¿Qué te perdone? Yo soy el que tiene que pedir perdón, el
que arrebato vidas inocentes por celos y odio, yo fui el que arrebato la
felicidad de una madre en criar a su hija, mi amada Aradia, perdóname.- Me
sorprendió ver lagrimas de sangre caer por su rostro.
Una luz dorada y
hermosa ilumino la habitación dejándonos ciegos por segundos, una hermosa
mujer, de pelo rojo y brillo dorado estaba de pie ante nosotros, era hermosa
mas allá de lo descriptible, su bello rostro parecía porcelana esmaltada, y sus
grandes ojos eran como dos brillantes esmeraldas, una paz se desprendía de ella
dejando a mi alma llena de luz y amor. No había duda, estábamos ante la
presencia de Aradia.
-
Hola Abaddon, siempre estuve esperando tu arrepentimiento
por mi muerte.
-
Aradia, amor mío –dijo Abaddon con voz quebrada.
- Ya no soy tu amor, tu corazón está muy negro para sentir
ese sentimiento tan puro. – Tenia una voz tan melodiosa que parecía tocada por
miles de arpas angelicales.
-
Lo siento, perdóname, no supe lo que habías hecho, no
supe lo de nuestra hija.
- No quisiste verlo Abaddon, te negaste a creer en mi amor,
siempre con tu complejo de inferioridad hacia mi te causo ceguera en el alma.
-
Tienes razón, pero todavía hay tiempo para redimirme,
volver a ser humano.- suplico
- Lo siento pero tienes demasiado hipotecada tu alma con el
mal, no volverás a ser humano pero en tu mano queda en ayudar a nuestra
descendiente, a lo que queda de nuestra sangre. – Yo seguía la conversación
completamente atontada por la situación.
-
Dime que tengo que hacer, y lo hare. – Dijo el rey
poniéndose de pie con las pocas fuerzas que le quedaban.
- Ahora preocúpate de curar tus heridas, ya llegara el
momento que se necesitara tu ayuda, y sobre todo que Nimue no se entere –
Abaddon puso su mano en el corazón y lo juro.
Aradia se giro y me
miro, me observo atentamente, con una gran sonrisa en sus labios, y levanto la
mano y me acaricio, su caricia provoco un escalofrió de emoción por mi piel.
- Hija mía, se que has sufrido mucho, pero es hora de que
aprendas a controlar tu poder y a usarlo en el momento que tú quieras y no
dejarte llevar por tus sentimientos, tienes que volver y dedicarte a saber cómo ser una bruja de valía, te
necesitare en la batalla final.
- Pero no sé cómo seguir adelante – le dije temblando – no sé
cómo olvidarme de todo lo sucedido y seguir con mi vida.
- No tienes que olvidarte, solo pasar tu duelo y echarle
voluntad a la vida, tu madre está muy orgullosa de ti, vimos como venciste al
soneillon de tu interior.
- ¿Mi madre? ¿Has visto a mi madre?
- Si querida ella está conmigo, a mi lado, en el valle de
las almas, esperando a que cumplas tu destino para pasar al otro lado.
- Quisiera tanto verla…- dije mientras las lagrimas caían
por mi rostro.
- No te preocupes volverás a verla y no olvides que tanto
ella como yo estamos protegiéndote desde mi mundo. Recuerda que gran parte de
mi alma esta en ti. – Puso su mano en mi corazón – Sigue ciegamente a este, a
veces es un poco caprichoso pero normalmente lleva la razón.
- Gracias Aradia por darme esperanza.
- Cariño yo no soy la que te da esperanza, es el amor que
tienes aquí dentro el que te hace tenerla. Por cierto hablando de amor, hay
alguien por los pasillos, luchando a diestro y siniestro para encontrarte, apóyate
en él, es tu tabla de salvación.- Y desapareció dejándome sin respiración.
- ¿Alguien? ¡Ángel! Me olvide que le había pedido ayuda.
- Corre muchacha y huye con él, yo distraeré a mis
súbditos. – Me empujo Abaddon hacia la puerta.
- Gracias
- No, gracias a ti por darme un poco de tu luz en mi vida,
no conocí a mi hija, pero estaré orgulloso de llamártelo a ti. Corre por Ángel
te necesita.
Y corrí para encontrarme
con el único que podía llenar los momentos más lúgubres de mi vida con amor y
alegría.
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